En 1580, Juan de Garay realizó el trazado de la ciudad de Buenos Aires y destinó un solar para la construcción de la Iglesia Mayor. Sin embargo, el primer edificio de tapia y tierra cubierto de paja, fue ubicado en un lugar cercano, hasta que el gobernador Hernandarias dispuso demolerlo para reconstruirlo en el sitio asignado por Garay, quedando allí hasta nuestro días.
Se convirtió en Catedral a partir de 1620, fue nuevamente construida en 1671, pero en este caso, ya con tres naves y capillas laterales.
Según un plano de 1708, los edificios con que contaba la ciudad eran:
El Fuerte, El Cabildo (una modesta casita), el Colegio de la Compañía de Jesús y la pequeña Catedral, todos en el entorno de la Plaza Mayor.
Y en los alrededores los Conventos de la Merced, Santo Domingo y San Francisco.
La iglesia en ese momento, según un informe del religioso Manuel Here, era el único edificio de cal y ladrillos. En 1727 el Padre Blanqui le hizo una esbelta fachada con el agregado de dos torres.
La calidad de esta obra se puso a prueba porque la noche del 23 de mayo de 1752 se derrumbó toda la catedral, a excepción de la fachada y las torres.
En 1754 comienza la historia de la actual catedral metropolitana, proyectada por el arquitecto turinés Antonio Masella.
Recurrió a una planta en cruz latina con tres naves y seis capillas laterales.
La nave principal cubierta con una bóveda de cañón corrido y un crucero rematado por una cúpula.
Todos estos trabajos fueron realizados con altibajos por problemas económicos y técnicos.
En 1778 la fachada de Blanqui fue demolida debido a que no armonizaba con las últimas reformas. Así, la iglesia perdía su frente construido y quedaba semi abierta al espacio urbano.
Recién en 1822, el ministro de gobierno de Bernardino Rivadavia impulsó su terminación, encargando el trabajo a los franceses Catelin y Beniot.
La nueva fachada, dentro de los criterios neoclásicos, tenía un pórtico sostenido por doce columnas que simbolizaban a los doce apóstoles.
En 1860 y 1863 el escultor francés Joseph Dubourdieu, realizó el trabajo escultórico del frontis que representa el encuentro del patriarca Jacob con su hijo José en Egipto (aludiendo al encuentro de los argentinos después de la batalla de Pavón). En esa misma época se completaron los capiteles corintios de las columnas. En 1877 el arquitecto Enrique Alberg reformó una nave lateral para dar lugar al mausoleo del General José de San Martín, obra del escultor Albert Ernest Carrier-Belleuse.
En el interior de la Catedral, se combinan distintos elementos: huellas barrocas en el Altar Mayor, improntas italianizantes en pinturas y detalles menores y en el solado de teselas de mosaico veneciano traídas de Inglaterra.
En 1994 se comenzó una intensiva obra de restauración y puesta en valor del Templo que permitió apreciar todo su esplendor, siendo una de las más bellas Catedrales de América del Sur.
(Fuente: Arquitectas Susana Bergero y Alejandra Gomero,arquitectas U.B.A, nota extraída de la revista Grafica Barrial, n° 129 de diciembre 2014)
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